Libro de guisados
Ruperto de Nola
Edición y estudio por
Dionisio Pérez
(“Post-Thebussem”)
(Con
el número 32)
Madrid,
1929
Dos
originales y cinco facsímiles del Nola vemos en la foto.
(Con
el número 30)
Logroño,
1529
(Con
el número 31)
Toledo,
1577
(Con
el número 34)
Valencia,
1968
La
dedicatoria de Camilo José Cela, se
refiere a mi padre.
Libro
de Guisados, manjares y potages. Logroño, 1529
(Con
el número 33)
Madrid,1969
Libro
de cozina. Toledo, 1525
(Con
el número 35)
Madrid,1971
Libro
de cozina. Logroño, 1529
(Con
el número 10092)
Valencia,
1997
Libro
de cozina. Logroño, 1529
30 Libro de cocina. Logroño, 1529
31 Libro de cocina. Toledo, 1577
32 Libro de guisados, Logroño,
1529. Madrid, 1929
34 Libro de guisados, manjares y potajes,
Logroño,
1529. Valencia, 1968
33 Libro de cozina, Toledo,
1525.
Madrid, 1969
35 Libro de cozina, Logroño, 1529. Madrid, 1971
10092
Libro de cozina, Logroño,
1529. Valencia, 1977
Suelo comentar que me
gustan los libros modernos, pero, de cuando en cuando, hacemos alguna visita a
los antiguos.
El Nola es, podríamos decir, un autor mítico, pues además de la
edición del Libre de Coch, de 1520 y
que se guarda en la Biblioteca de
Cataluña, se hicieron, ya en castellano, muchas ediciones posteriores.
Relieve
en madera que encargó mi padre a un carpintero artista en Barcelona para
colgarlo en
el Hostal del Tinell.
Como mis conocimientos
sobre las distintas ediciones son prácticamente nulos, me limitaré a presentar
la edición de Dionisio
Pérez (“Post Thebussem”) que sí está considerado como experto en el
tema.
Leemos en el prólogo,
página XVII:
“Siguiendo
el historial tipográfico del Libre del
Coch se advierte que nadie sabe, en verdad, quién fue Roberto de Nola, ni
importó mucho ignorarlo a los eruditos más cercanos a su época. En las portadas
de las ediciones catalanas no se le nombró nunca sino mestre Rubert, y en
ninguna tampoco se precisa el número
ordinal del Ferrando, rey de Nápoles, a quien sirviera de cocinero,
cuando se habían sucedido en aquel período tres monarcas del mismo nombre. Sin
duda alguna recogió de la tradición Nicolás Antonio su aseveración de que el
cocinero Ruperto había servido al rey Alfonso V de Aragón, aunque no muy seguro
de ello, pudiendo haber sido cocinero de su sobrino, que reinó también en
Nápoles. No ha advertido este indicio y no ha estudiado la calidad aragonesa de la mayor parte de la cocina que Nola
preceptúa, el perspicaz librero barcelonés Antoni Palau, que como acontecía con
Pedro Vindel en Madrid, no bastante alabado, sabe de libros y de escritores
antiguos más que muchos considerados sabihondos eruditos. Ha sido Palau el
primero que en Barcelona ha advertido que era preciso pasar por tamiz la
personalidad del mestre Rubert. He aquí lo que Palau ha escrito en su Manual
del Librero: “Falta saber si Roberto de Nola nació en Cataluña o en la
población del reino de Nápoles que ostenta su apellido. Pudiera ser que naciera
en Italia de padres catalanes y entonces no sería imposible que él mismo
escribiese el libro en su lengua madre. Pero si sus padres eran extranjeros y
redactó el manuscrito en italiano, cabe suponer que algún literato de la Corte
de Aragón en Nápoles, lo pondría en la lengua que hablaban, no sólo los reyes
aragoneses, sino cuantos se relacionaban con su Corte. Todo hace presumir que
la edición príncipe es incunable y apareció en lengua catalana.”
…
Copio una receta, para
hacernos una idea:
TOÑINA
EN PAN O ATUN
La toñina o
atún quiere ser fresco y cortarla a ruedas redondas delgadas de tres dedos; y
después lavarla muy bien y echar sobre las ruedas pimienta y sal y gingibre y
un poco de azafrán, y todo esto sea bien molido y después hacer las empanadas y
echar dentro un poco de aceite y cubrirla; y vaya al horno, y si la quisieren
comer fría sacarle el caldo, como dicho tengo en otros capítulos, porque el
zumo no se puede conservar mucho.
Y el atún
comúnmente se come de esta manera.
Como colofón, copio un
comentario de Luján en su Historia
de la
Gastronomía, página
81:
La cocina
del maestro Robert es, naturalmente, cortesana, espléndida y en cierta manera
fastuosa. Se inserta perfectamente en el sanguíneo arte de vivir típico de
finales de Renacimiento italiano, de las gentilezas de una civilización que
pronto había de ser malograda por franceses y españoles. La abundancia del
pescado mediterráneo es un claro testimonio de la cocina de un pueblo en plena
expansión mediterránea. Por otro lado, la presencia de las especias en los preparados
es también muy característica del siglo XV: con el autóctono azafrán, las
hierbas aromáticas y los acompañamientos perfumados. Destaca también el uso del
vino, las almendras, las avellanas, los higos, el perejil, y tantos otros
elementos que se conservan aún en nuestra cocina. Y finalmente, la presencia de
la picada, que es la salsa más esencial de la cocina catalana. Muchísimas
recetas del maestro Robert están realizadas con picada y me extraña que
Dionisio Pérez no se diera cuenta de ello, ya que poseía profundos y eruditos
conocimientos sobre el tema.
…
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