Luis Monreal y Tejada
Barcelona, 1964
El jueves me di cuenta de que se había actualizado el blog Cuadernos Bardajinianos con una entrada titulada Sopa fría, en donde se habla de las sopas y su importancia -algo caduca en la actualidad, según se señala- y finalizaba el interesante escrito, con el siguiente párrafo:
"Pensamos seguir con los argumentos de otro escritor, historiador del arte, gastrónomo refinado, nacido en Zaragoza, como fue don Luis Monreal y Tejada (1912-2005), el autor de una obra breve, pero esencial, bella en su edición, y preciosa en su título "Biografía de la Sopa"(1964)"
Seguidor que soy del maestro TeoDoret, enseguida consulté mi listado y, !oh sorpresa!, ahí está el libro. Mi padre no dejaba que se le escapara casi nada, y gracias a ello vamos a presentar este curioso librito.
Biografía de la sopa
(A falta de índice, detallamos los encabezados)
El libro, patrocinado por MAGGI,
nos muestra sus concentrados de pollo y carne en la foto
nos muestra sus concentrados de pollo y carne en la foto
Del pícaro al hidalgo
mejor me sabe en un cantón la sopa
y el tinto con la mosca y la surrapa
que al rico, que se engulle todo el mapa,
mucho años de vino en ancha copa.
Quevedo
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Un español del Siglo de Oro no podía prescindir del rito cotidiano de la sopa. Si era mendigo o pícaro, correría a disputarse la que a horas fijas repartían a la puerta de los conventos. Si hidalgo o artesano, sacaría a relucir toda su hispana cortesía al sentarse a la mesa en familia y esperar la aparición de la olla, "con tres vuelcos", es decir, la sopa, las legumbres y la carne que había cocido con calma durante toda la mañana, porque "la olla y la mujer reposadas han de ser".
Prehistoria
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Nuestra única conclusión puede ser esta: el caldo y la sopa constituyen una de las primeras manifestaciones de la culinaria, la cual está estrechamente vinculada a los orígenes mismos de la civilización. Con estas consideraciones podemos imaginar la transformación inmensa que se obró en la vida de los hombres cuando fueron capaces de elaborar su alimentación y pudieron reponer fuerzas y combatir el frío ingiriendo un caldo, al mismo tiempo que empezaban a cultivar su paladar y abrían el camino a los refinamientos que en definitiva, constituyen la historia de la cultura.
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Así Covarrubias, en su "Tesoro", nos explicará que sopear a uno es "maltratarle y desmenuzarle, como hacemos a las sopas desmigajándolas del pan, para echarlas en el caldo". Que echar a uno más alto que sopas en queso es "despedille con cólera, porque las sopas en queso, yéndoles echando poco a poco el caldo, se ván esponjando y levantando en alto".
Pinturas murales del siglo XIV
La limosna de los conventos
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La sopa como alimento básico y, por ello, como instrumento de la caridad aparece en épocas todavía más antiguas. En el refectorio de la Catedral Vieja de Lérida aparecieron unas pinturas murales del siglo XIV que acompañan a las inscripciones en que se hace constar las instituciones de mandas y donaciones para dar de comer a los necesitados. Pues bien, la mayor parte de los mendigos y peregrinos que allí se representan, disfrutando de la generosidad catedralicia, aparecen en actitud de sorber su escudilla de caldo o sopa, buena prueba de que ésta era algo así como el símbolo de tales dádivas.
En la mesa real
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Y remontándonos a otra mesa ilustre mucho más antigua, recordemos los maravillosos capiteles románicos de piedra que decoran el gran salón arzobispal de Santiago de Compostela. donde se representa un festín señorial amenizado por músicos y vemos a los sirvientes colocar grandes soperas ante los comensales. Es esta una preciosa visión de un banquete del siglo XII, que nos da clara idea de las costumbres de la época.
Por la ancha geografía española
Escudillas y cucharas
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Las escudillas podían ser de diversas materias: metales (plata o estaño), cerámica o madera. Tenían asas o no. A veces estas asas, sobretodo en las escudillas de cerámica, salían planas y sin calar, como dos aletas, al nivel del borde y entonces la escudilla se llamaba de orejas; de este tipo es una con inscripción y que tiene metida dentro una cuchara, que vemos en la tabla gótica de la Santa Cena, obra de Jaime Ferrer I (Museo de Solsona). En cambio, al lado y sobre la misma mesa, se ve otra escudilla sin asas, en la que por cierto mete la mano uno de los apóstoles, sin duda para pescar alguna tajada en el caldo.
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Soperas
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decorada con reflejo metálico. Tiene la misma forma que las representadas en Compostela: el pie, la esfera que forman el recipiente y su tapa, y el remate de bola para agarrar. Su ornamentación de estilizaciones vegetales, partidas y alternadas en positivo y negativo, corresponde al gusto de la famosa cerámica hispanomorisca.
Sopera talaverana y de tapa calada, decorada en azul
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Aquí el recipiente se ha abombado, se ha hecho más panzudo para ampliar su contenido. Y en esta línea se mantendrá con gran persistencia en las soperas de épocas posteriores. Está decorada con personajes y pájaros alternados con árboles y otras y otras indicaciones de paisaje. Y lleva inscrito el nombre de su dueño, que se llama Sebastián Fernández Vozmediano.
Sopera de Talavera
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se ve a un león devorando un caballo y a otro devorando un toro, en un bello paisaje. Allí es la propia sopera la que habla para proclamar la fidelidad a su amo con estos versos:
"Ni me vendo, ni me doi,
Ni me pidas, ni me presto,
Ni tampoco olvides esto:
Solo de mi dueño soi".
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Bibliografía consultada
¡Interesantísimo, como todo lo que leo en este blog!
ResponderEliminarEs una labor preciosa la que usted hace con los libros y la cocina.
¡Enhorabuena!
Amiga Violeta:
ResponderEliminarTe agradezco tu amable comentario, que además me ha permitido conocer tu blog "Contigo pan y cebolla", del que, además del nombre, me gusta el contenido, y pienso visitar a menudo.
Un saludo,
Sebastián Damunt